La Policía Nacional estima que hay un centenar de grupos organizados que opera en La Línea
La semana pasada, la Policía Nacional daba a conocer una operación conjunta con la Agencia Tributaria en la que fueron detenidas 18 personas, cinco de las cuales fueron enviadas a prisión por contrabando de tabaco.
Esta investigación confirma que la tradicional imagen del matutero que cruza la frontera de Gibraltar con pequeñas cantidades de tabaco para revenderlo en suelo español, ha sido desplazada por grupos criminales, jerarquizados y que compatibilizan esta actividad con el tráfico de hachís.
Estas bandas son las que copan y controlan el negocio a cada lado de la verja y los que constituyen una amenaza señalada hace menos de un año por la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF).
Los inspectores europeos emitieron un duro informe tras su última visita a Gibraltar en julio. En él ponían sobre el papel una realidad de sobra conocida en la provincia de Cádiz, pese a los esfuerzos de la Colonia inglesa de restar importancia al negocio ilícito que mueve el tabaco que sale de la Roca.
El contrabando es una realidad histórica en la última frontera sur de Europa, pero sólo cuando Europa ha cifrado el impacto económico que supone en pérdidas de recaudación para sus países miembros (unos 700 millones entre 2010 y 2013) se instó a las justicias españolas y británicas a investigar esta realidad que lleva vigente hace décadas.
Pero de aquel revuelo mediático, en mitad de la enésima crisis diplomática entre Gibraltar y el gobierno español, nada ha cambiado en el punto más caliente del viejo continente en cuanto al contrabando de cigarrillos.
La Fiscalía de la Audiencia Nacional confirmó en agosto que abría unas diligencias informativas que como tal, no tienen un plazo límite para que el Ministerio Público se pronuncie formulando denuncia o archivando el caso.
Seis meses después del veredicto europeo, la historia sigue repitiéndosecada noche en la Atunara, donde el tabaco entra por su paseo marítimo tras ser descargado a pie de playa por potentes lanchas. De esta ceremonia participan unos 20 grupos organizados, señalan fuentes policiales, que han adoptado este ‘modus operandi’ para introducir decenas de cajas a la semana.
Pero no es el único método: el coche cargado con cajetillas ocultas en dobles fondos, los pases diarios por la aduana o el más básico, lanzar por encima de la valla que rodea el perímetro del punto fronterizo mochilas repletas de cigarrillos. Algunos trabajan por su cuenta para sacarse un jornal diario, pero muchos lo hacen bajo las órdenes de una organización que los contratan como peones.
En total, la Policía estima que puede haber un centenar de grupos activos en estos momentos en La Línea, una ciudad que no alcanza los 65.000 habitantes.
Cierta complacencia con la que históricamente se ha tratado el contrabando, justificado socialmente como un vehículo para ganarse la vida en una zona deprimida, permitió que el fenómeno resurgiera a partir de la crisis económica, creciera en dimensiones y dividendos y acabe siendo hoy en día un negocio millonario en manos de organizaciones bien estructuradas.
El Largo y el Lolo
Dos de estos grupos han sido los últimos objetivos de la Policía Nacional y de la Agencia Tributaria. No fue el contrabando de tabaco lo que les llevó a estar en la diana. El fisco estaba investigando a un linense, conocido como el Lolo, por supuesto blanqueo de capitales procedente del narcotráfico.
Un tren de vida excesivamente alto, antecedentes por delitos contra la salud pública y un historial laboral en blanco son las claves que se repiten siempre cuando el fisco y los cuerpos policiales deciden depositar la lupa en alguien.
A su vez, la Unidad de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF) de la Comisaría de La Línea se cruzó con este vecino durante una de sus investigaciones. Así supieron que la Agencia Tributaria también andaba tras sus pasos, explica uno de los responsables de la operación.
De esta manera nació un operativo que ha mandado a prisión a dos de los jefes del tabaco ‘libre de impuestos’ en La Línea. Algo poco usual, ya quelos contrabandistas tienen margen para eludir la prisión e incluso la acusación por delito.
El límite está en ser detenido con mercancía por valor de 15.000 euros; lo que equivale a unas diez cajas (50 cartones cada una) de una marca barata. El arco de penas para este delito se mueve entre uno y cinco años de cárcel. Que los investigadores aporten al juez indicios de que son algo más que simples matuteros, y que lideran organizaciones que mueven millones al año, es lo que marca la diferencia.
Se cobra cuatro euros por caja que escondas en tu casa
El Lolo y el Largo, explica este agente del Cuerpo Nacional, dirige cada uno un grupo, “que operan de manera independiente pero llegado el caso, si tienen que prestarse ayuda, lo hacen”. También comparte infraestructura, que utilizan indistintamente para el tráfico de hachís o el contrabando. La fórmula de introducción es la misma, la diferencia está en la mercancía y en el punto de partida, Marruecos o Gibraltar.
Un ejemplo en los recursos que comparten son las guarderías, almacenes, garajes o casas muy cerca de la playa donde se ocultan las cajas. En este último operativo, los agentes tuvieron que realizar hasta 18 registros entre domicilios y puntos de almacenajes.
Un mal día: 2.100 euros limpios
La depresión económica ha facilitado el crecimiento de estas bandas. “Tienen mano de obra de sobra. La gente se les ofrece para ayudar a cargar cajas, a esconder la mercancía”. A pesar de que los ?sueldos? son bajos. Por esconder en su casa tabaco, estos colaboradores cobran entre cuatro y seis euros por caja. El rendimiento que saca el ‘capo’ de la banda tras vender la mercancía y descontar gastos gira en torno a 30 euros por caja. “Un día malo porque haga mal tiempo o la costa esté muy vigilada, te meten 70 cajas”. Por esa ‘pésima’ jornada de trabajo, estos jefes del contrabando sacan 2.100 euros.
La investigación estima que los grupos liderados por el Largo y el Lolopodían mover a la semana 150.000 cajetillas a la semana, unos 7,5 millones al año. “Las ganancias son incalculables”. Sirva de ejemplo algunos caprichos descubiertos durante los registros como un Porsche Cayenne, una residencia con piscina en forma de corazón o 100.000 euros en metálico que le intervinieron al Lolo en su casa.
La lista de efectos intervenidos en la operación incluye tres embarcaciones neumáticas, otras tres rígidas, varios vehículos y sofisticados equipos de transmisiones con los que guían a los pilotos de las lanchas avisándoles cuando se queda la playa expedita de miradas incómodas.
Control del precio y del mercado
Estos grupos tienen una prolongación en Gibraltar donde se ubican los almaceneros ilegales. Son los que acumulan tabaco sin declarar para eludir los límites de cantidad que impone la legislación gibraltareña. Ellos suministran las cajas que entran por La Línea, formando parte de una cadena organizativa que cruza la frontera.
El control que tienen del mercado negro del tabaco es absoluto. Cuando el precio en origen se dispara, “boicotean la entrada de tabaco”. Eso significa que la mercancía se acumula en la Roca hasta que el bloqueo surte efecto, el precio vuelve a bajar y el contrabando se reactiva, volviendo las lanchas a echarse a la mar.
Estas decisiones vitales para el mantenimiento del negocio se adoptan en reuniones de capos. Los jefes se reúnen habitualmente y después cada uno transmite las órdenes a sus respectivas bandas.
Las relaciones entre los miembros son estrechas, algunas de estos grupos se organizan en torno a familias, vecinos, amigos de la infancia, que montan cenas de Navidad de ’empresa’ como si fueran sucursales de contrabandistas. Algo que han podido constatar los agentes en esta última investigación.
La mercancía que introducían estos grupos se distribuía por toda la provincia y zonas limítrofes como Sevilla y Málaga. Sus clientes, desde el comerciante que vende en su establecimiento hasta el intermediario que revende a otros comercios como bares, barracas o quioscos.
Pese al éxito policial, los investigadores saben que estos grupos seguirán operando tarde o temprano, el tiempo que tarden los cabecillas en reorganizar a sus efectivos tan pronto salgan a la calle. Por eso, confían en que las investigaciones por blanqueo, que pueden acabar con la incautación definitiva de sus bienes, sean el golpe certero que los aleje durante más tiempo del negocio. Una estrategia que ya se sigue con los narcos.